-Levantá los brazos, viejo. ¡Hagan espacio! - les decía a los que pasaban bailando.- ¡Espacio! ¡Aire, por favor, aire! - decía mientras lo abanicaba con un plato. - Tomate una cucharada de esto por favor, tenés que cuidarte, a vos te faltan tres años todavía para los sesenta.
Enfrente a nosotros, en la misma mesa, estaba Beto con la esposa que se había puesto toda la pintura que encontró en la casa, incluyendo una mano de enduido, dos de fondo, esmalte sintético y antióxido.
Se fue a rascar el cachete y se hizo una zanja.
Beto se me acercó y en secreto me dijo:
-¿Te acordás de Mónica? ¿Te acordás que estaba que se partía? ¿Te acordás que todos estábamos cal.. enamorados de ella en facultad?
-¡Claaaaro que me acuerdo! ¡Siempre me acuerdo de ella! ¡Todos las mañanas me acuerdo de ella! ¡Es la materia pendiente que me quedó de Facultad! ¡NO DEJO DE ACORDARME DE ELLA!-- y esto con la emoción y algo exitado se ve que lo dije fuerte porque mi mujer me pisó sin querer con los dos tacos aguja.
-¡Mirá para la pista! ¡Salió a bailar con el marido, miraaaala! – me dijo el Beto babeándose.
Giré la cabeza y solo conseguí ver a una señora mayor, bastante entrada en años y en nalgas, que se movía con mucha gracia y poco esposo.
-No la veo- le dije- debe de estar bailando atrás de la gorda culona.
La conversación en la mesa se fue poniendo más linda.
Todas las frases empezaban con “¿te acordás de...?” “¿vos estabas el día que...?” “el que no está bien es?”
Las manos empezaban hablar más que las bocas.
Cuando alguien trataba de recordar quien fue que le chocó el auto al padre en el setenta y dos, aparecían los “eeeeh.... ¿cómo era? ...el petiso... ¿cómo se llamaba el petiso?” Y la mano golpeaba el aire, la mesa o el hombro del otro...”el de pelo largo crespo que se hacía la toca...peeero... ¿cómo se llamaba el petiso?”
-¿Y ustedes ya tienen nietos?- preguntaba Ariel.
-Sí, tres- le decía mi mujer.
-Inés, que lindo nombre.
-¡Treees! Dos varones y una nena.
-¿Helena? Te había entendido Inés. Disculpá que no te escucho bien.
Están poniendo la música muy alta. A ese jovencito que está con el combinado deberían calmarlo un poco.
-Acá tengo la foto de Pilarcita- le dijo mi mujer.
-Ni te molestes- contestó la mujer de Ariel- Sin los lentes no ve un pomo.
La fiesta estaba bien buena, la música pasaba de Zapatos Rotos a Yo en mi casa y ella en el bar, de la Lambada a Los Iracundos.
De la pista me hacían señas para que saliéramos a bailar.
-¡Vamos cheee! ¡Manga de aburridos! ¡Cómo en los setenta, negro, vengan cheee!
Dos veces me tenté y dos veces me senté.
Dos veces me paré y dos veces mi mujer me pegó un pellizcón en zona de compromiso, me aplicó el plan taco aguja y me gritó en secreto al oido:
-Esperá a los lentos. Si bailamos esto, se te descose hasta el calzoncillo. ¿Por qué no vas a fumar un cigarro afuera con Carlitos y Oscar? Ahí viene el mozo ¿Te pido algo?
-Sí, pedime un Omega Tres con bastante hielo, ya vengo.
-Mi amor - me dijo mi mujer cuando me paré- llevá el celular por las dudas y este papel con la dirección anotadita.
Afuera aprovechamos para recordar todas las minas que estaban buenas y nunca nos dieron pelota, todos los nabos a los que quedamos debiendo una trompada y todos los campeonatos que nunca ganamos.
En la vereda de enfrente alcanzamos a ver que Beto hablaba con una señora, le mostraba la cédula y le preguntaba dónde quedaba el local en el que estaba festejando un cumpleaños. Desde adentro, el tipo del parlante avisaba que había aparecido Raquel y que estaba junto a la mesa de los postres.
Que fueran a retirarla allí.
Fue una noche inolvidable, a las once nos tomaron la presión a todos y un enfermero atendía sin costo en el guardarropas a los que se sofocaban bailando.
Junto con el souvenir -en un detalle realmente novedoso- a los que queríamos seguir tomando cerveza nos iban dando pañales desechables.
¡Formidable invento esto de los cumpleaños de cincuenta!
Más que nada ahora, que todavía estamos hecho unos potros.